martes, 26 de junio de 2012

Futbol playa: ¿amor de verano?


Por snedecor
En realidad no hace tanto, pero parece que queda ya muy lejos. No acabábamos de entender muy bien el porqué de los tres tiempos, pero todo lo demás nos apasionaba: las acrobacias, los botes traicioneros, las faltas directas sin barrera… y las cheerleaders en bikini y el ambientillo pachanguero de las gradas, para qué negarlo. Ver a las viejas glorias regalándonos sus últimos destellos de clase en aquel entorno desenfadado tenía su puntillo; nuestro lado oscuro reconocerá que también disfrutaba viéndoles echar el bofe mientras luchaban agónicamente para desplazar sus piernas (y sus barrigas) por las traicioneras arenas de Alicante o Montecarlo. Normal que al lado de aquello el fútbol indoor nos resulte insípido.

Kilómetros y kilómetros de costa y una enfermiza pasión por el balompié: teníamos todo para ser una potencia del fútbol playa, y lo fuimos durante un tiempo. En aquellos maravillosos años en España se celebraba un circuito patrocinado por DYC, una serie de citas por las principales playas del país abiertas a todas las pandillas que quisieran participar y que la Selección usaba para descubrir nuevos talentos. De ahí salieron, entre otros, los gallegos Roberto Valeiro, Nico Alvarado y Ramiro Amarelle: anónimos futbolistas de septiembre a junio pero a los que la playa y el verano transformaban en un portero de nivel mundial, un cierre capaz de marcar diferencias tanto en defensa como en ataque y uno de los mejores jugadores de la corta historia de este deporte.

Tres nombres que se quedaron grabados en nuestra mente a fuerza de ver por la tele infinidad de partidos de Ligas Europeas, Campeonatos de Europa y Mundiales oficiosos, aunque nos costara entender a qué competición correspondía cada uno. Con ellos y unos Salinas, Míchel o Quique Setién dispuestos a comerse la arena (algunos más literalmente que otros), desde el 97 para acá la España de Joaquín Alonso consiguió ganar tres Ligas Europeas y dos Eurocopas, ser cuatro veces subcampeona mundial y llegar a otras cinco finales continentales. Tiempos felices que poco a poco han ido quedando atrás y que ahora recordamos con la serena melancolía con la que evocamos los amoríos estivales: fue bonito, pero ahora estamos a otra cosa.

Mi primera teoría sobre el paulatino arrinconamiento y olvido al que hemos sometido al fútbol playa dice que el invento empezó a fallar cuando Suiza comenzó a ganarnos más veces de las tolerables. Siguiendo un lógico proceso mental pensábamos que un país sin mar no podía jugar bien a eso, pero un puñado de chavales helvéticos que ni siquiera tenían a un Turkyilmaz o un Chapuisat para dar colorido a su equipo nos fastidió un par de campeonatos. Hasta entonces sólo nos ganaban Brasil (siempre) y Francia y Portugal (de vez en cuando), pero no nos importaba demasiado: al fin y al cabo los brasileños eran los dioses de la playa y con nuestros rivales europeos jugaban los hermanos Cantona y ese tal Madjer que rivalizaba con Amarelle por ser el mejor del mundo, así que hasta en esas derrotas había siempre algo con lo que entretenerse, ya fuera una chilena imposible o un calentón de King Eric.

Pero los suizos eran sólo eso, suizos. Más concretamente, unos suizos desconocidos y aburridos que nos ganaban. Y tras los suizos llegaron los rusos y los ucranianos, y la cosa dejó de tener gracia. El fútbol playa se había expandido y profesionalizado de golpe: los afamados exfutbolistas ya no marcaban diferencias y eran un lastre para los equipos, pero sin ellos el interés de público y televisiones se vino abajo. Y ni siquiera el bueno de Amarelle pudo levantarlo. Porque para el público español el fútbol playa siempre ha sido puro entretenimiento, espectáculo y diversión. Nunca lo vimos como algo serio y, seguramente por eso, cuando se volvió serio dejamos de verlo.

El gordo, el crack, el niño y el guiri quemado

La otra teoría, más prosaica, viene a decir que si dejamos de ver fútbol playa fue porque con esa profesionalización los organizadores se subieron a la parra con el precio de los derechos televisivos. Vaya usted a saber. Pero que ya casi no salgan por la tele no quiere decir que las arenas hayan sepultado las porterías. Hoy, amén de los torneos organizados por ayuntamientos y asociaciones locales, y mientras la RFEF decide si monta una liga como en Italia o se conforma con su campeonato territorial por comunidades, el circuito nacional sigue existiendo, aunque alejado de los focos y cámaras de televisión y casi hasta de los patrocinadores. Beach Soccer Worldwide, la empresa que impulsó el deporte en todo el mundo (y que aún sigue encargándose del negocio, ahora de la mano de la FIFA) todavía tiene su cuartel general en Barcelona, y hasta el Barça tiene sección y participa en el Mundialito de Clubes. Pero sólo Eurosport nos recuerda de cuando en cuando que en España sigue habiendo gente que se dedica medianamente en serio a esto. El último título de la Selección llegó en 2009 (que levante la mano el que recuerde haberse enterado entonces), y al Mundial de 2011 ni nos clasificamos. Ya nada es lo que era.

Bueno, nada no. Hay algo que no cambiará. Aunque la ley de costas y la puta crisis dificulten la organización de grandes eventos, ahora que ha llegado el veranito todos sabemos que cuando vaya cayendo la tarde, cuando el sol apriete menos y la arena deje de arder, en cualquier playa medianamente concurrida del país habrá una pachanguita esperándonos. Con su gordo, su crack, su niño y hasta su guiri quemado, como siempre ha sido y siempre será. Porque seguimos teniéndolo todo para ser una potencia mundial en esto del fútbol playa: sólo hace falta que nos lo tomemos en serio. Aunque nos cueste, a nosotros y a las teles.

domingo, 27 de mayo de 2012

Season Finale I

Por Sopenilla
1. La Liga comenzó con un piquete informativo y acabó con gestos más propios de liberados sindicales que de trabajadores. Por el camino, las radios se quedaron fuera de los estadios y los aficionados, de nuevo, a expensas de los horarios televisivos. En vez de poner nombre a una competición que se cree fuerza motriz del planeta, el BBVA (y su filial aseguradora) haría bien en patrocinar algo menos dañino a terceros o a contingencias tales como que Javier Tebas compagine su puesto en la LFP con la consultoría de equipos en ley concursal.

2. Aparte de aliviar la conciencia, sería un paso para sanear lo único que parece rescatable de nuestra querida España. Aunque esto último requiera convertir el mantra de la profesionalización en un análisis DAFO y no en una discusión asamblearia a través de foros y redes sociales. Tras comprobar la amnistía fiscal de la que gozan los clubes y la impunidad con que alardean Agapito Iglesias o Francisco Pernía, salta a la vista que el nicho laboral más demandado y peor cubierto dentro de nuestras fronteras es el de gestor deportivo.

3. En tales circunstancias, figuras como la de Braulio Vázquez sobresalen por encima de cualquier otro foco mediático. Con Andrés Guardado y Jonatan Viera firmados a expensas de Jordi Alba, la labor del gallego ha vuelto a revalorizarse tras las sucesivas ventas de Villa, Silva y Mata. Veremos si la marcha de Emery ensombrece a medio plazo su papel o lo hace brillar con luz propia. Lo que está claro es que, a su lado, Roig Nogueroles debe aprender que ser “hijo de” no convalida como garantía de éxito. Esperemos que el naufragio del submarino que botó su padre le ayude a dilucidar cuáles son sus habilidades directivas. Por lo pronto, es de suponer que no volverá a utilizar el dinero de Cazorla en vano.

4. También es previsible que ningún incauto contratará a Lotina. No cabe decir lo mismo de Clemente, siempre disponible para un descosido. Mientras tanto, Michel dejará de sonar porque Monchi piensa que se ha ganado repetir. Como Montanier. Así que Preciado, Marcelino o el mismo Valverde, capaz de triunfar en Grecia, lo tienen difícil para ocupar una silla. Aun a costa de que Bielsa siga eclipsando a todos, incluidas las clarisas de Gernika, uno prefiere destacar a JIM y, sobre todo, a José Luis Mendilíbar, sexto y séptimo con Levante y Osasuna. O cuarto y quinto, según se mire.

5. El sargento chusquero de Zaldibar es el mismo que pulió en Ipurua a David Silva, el primer español en ganar una Premier. Al City sólo le ha costado 1000 millones de euros hacerse con el título, casi los mismos que puso Abramovich para llevarse una Champions. Quizá cuando la UEFA imponga el tope presupuestario se erija una alternativa creíble en Francia y Alemania. Hasta entonces, dejemos pajearse a los parabólicos con las andanzas europeas de Wenger y Klopp.

martes, 8 de mayo de 2012

Galacticidio


Por snedecor
La noche del 20 de noviembre de 2011 todo era felicidad. La larga travesía por el desierto había llegado a su fin: los pronósticos se habían cumplido y con aquella victoria regresaban al lugar que, en su opinión, jamás deberían haber abandonado. Dada la claridad del triunfo, todos pensábamos que era el comienzo de una nueva era, pero no han pasado ni seis meses y las dudas asoman a cada esquina. Sí, ganaron en noviembre, pero la sensación en la calle es que hoy sería difícil que repitieran victoria. Cada una de las decisiones tomadas desde entonces ha contribuido a empeorar un poco más el panorama y, por si fuera poco, están en ese punto en el que si pusieran un circo les crecerían los enanos.

Podríamos estar hablando del PP, pero no, estamos hablando de Los Angeles Galaxy, que levantaban su tercera copa de campeón de la Major League Soccer (la última databa de 2005) mientras en Génova apuraban la fiesta por la victoria en las generales. El de los Galaxy, que habían dominado claramente la fase regular y tampoco tuvieron rival en los Play-Offs, era otro triunfo aplastante, sin duda el del mejor equipo de una competición en la que no siempre gana el mejor. Más que un título, era la confirmación de que el modelo estelar funcionaba: Los Angeles Galaxy habían iniciado en 2007 una nueva era en la MLS con la contratación de David Beckham, un camino galáctico reforzado por la presencia de Landon Donovan y rubricado finalmente con el aterrizaje de Robbie Keane.

Después de esa victoria, conseguir contra todo pronóstico la renovación de un Beckham que (4 años después) había rendido por fin a gran nivel fue visto como la confirmación absoluta de un proyecto llamado a liderar el soccer estadounidense durante varios años. El objetivo inmediato parecía evidente: ganar la Champions League de la CONCACAF para convertirse en el primer equipo del país en acudir a un Mundial de Clubes. Los Galaxy estaban ya clasificados para cuartos de final y en marzo deberían enfrentarse a un rival asequible, Toronto FC; la prensa especializada (también la mexicana) creía que este tenía que ser su año. Erraron.

Durante el parón invernal Bruce Arena decidió traspasar a su portero titular, el internacional jamaicano Donovan Ricketts, confiando en que su suplente Josh Saunders podía ocuparse del trabajo: de hecho en 2011 Saunders ya había jugado muchos partidos por las lesiones de Ricketts sin que el equipo se resintiera y, si seguía en buena forma, cualquier portero que no cobrara mucho podía valer para quedarse en el banquillo. De esta forma Arena, que ya había conseguido montar un equipo muy sólido y competitivo en todas sus líneas (algo muy difícil de alcanzar con las peculiares restricciones salariales de la MLS), liberaba espacio en el tope salarial de la franquicia para seguir fichando.

A pesar de que el brillo de Beckham, Donovan y Keane solía eclipsar todo lo demás, la clave del triunfo de los Galaxy en 2011 había estado en su defensa, que sólo encajó 30 goles en 38 partidos. Una defensa en la que el joven central Omar González era pieza clave. Alto y espigado, con buena salida de balón, lideraba la zaga y sus prestaciones empezaban a llamar la atención al otro lado del Atlántico. Siguiendo el procedimiento habitual, en enero los Galaxy cerraron su cesión al Nuremberg para que se probara en una gran liga con la idea de repescarlo en junio, a tiempo para el tramo decisivo de la MLS. Pero en su primer entrenamiento en Alemania, Omar González se rompió los ligamentos.

La solución, ¿un delantero?

Mala suerte, pero tampoco algo (en principio) desastroso. Dado que su recuperación no se esperaba hasta finales de verano, las normas de la MLS permitieron a los Galaxy liberar la mitad de su salario, con lo que sumándole el ahorro producido por el traspaso de Ricketts y por la marcha de dos veteranos reservas como Frankie Hejduk y Gregg Berhalter (también defensas), la franquicia angelina tenía disponible una buena suma de dinero para pagar a sus refuerzos. Refuerzos como, por ejemplo, un central de garantías que supliera la baja de González. Pero poseídos por el más puro estilo galáctico original, los Galaxy decidieron gastarlo todo (o casi todo) en otro delantero, y la cosa les ha salido como le salió a Florentino: rematadamente mal.

Repatriaron a Edson Buddle, que había brillado en los Galaxy de 2007 a 2010 y ahora andaba perdido en la Bundesliga 2, y confiaron en que la defensa podría arreglárselas tal y como estaba. La pretemporada fue un aviso: el juego del equipo no era malo pero sin González la zaga había perdido toda su consistencia y en el banquillo sólo había unos Pavones sin nivel ni experiencia para cubrir el expediente. Empezó lo serio, llegaron los cuartos de final de la ConcaChampions y se produjo la tragedia: contra todo pronóstico, Toronto (uno de los peores equipos de la MLS y que participa en la Champions representando a Canadá) se disfrazó de Mónaco y eliminó a los Galaxy a fuerza de castigar una maltrecha defensa que desde entonces no ha levantado cabeza.

En la primera semana de competición los Galaxy se quedaban sin su principal objetivo para esta temporada, y desde entonces la cosa no ha mejorado. De los 9 partidos de liga disputados ya han perdido 5 (los mismos que en todo 2011), incluyendo todos sus duelos contra equipos aspirantes al título; peor aún es que de los 6 encuentros que han jugado como locales han perdido 3 (y empatado otro en el descuento), cuando el año pasado se mantuvieron invictos en casa. Ahora mismo Los Angeles Galaxy van séptimos (de 10) en la ultracompetitiva Conferencia Oeste, un puesto que les dejaría fuera de los play-offs. Buddle no termina de readaptarse al equipo y, por si no hubiera ya suficientes problemas, el portero Josh Saunders será baja por un periodo indeterminado: acaba de apuntarse al programa que la MLS tiene para ayudar a jugadores con problemas de drogas.
La liga es larga y los play-offs dan opciones a todo el que se clasifique, pero viendo su nivel actual y el del resto de equipos punteros pocos apuestan por ver a los Galaxy en la lucha por el título. Por delante, un verano en el que además perderán varias semanas a su máximo goleador hasta el momento, Robbie Keane, por la Eurocopa, y probablemente después a Beckham (su cerebro y mejor asistente) por los Juegos Olímpicos. No se descarta que llegue algún refuerzo a mitad de temporada: por si el contagio galáctico es más grave de lo que temíamos, desde FNF les recordamos a los dirigentes de Los Angeles Galaxy que Thomas Gravesen ya está retirado.