martes, 26 de enero de 2010

El cuarto milagro de San Nando Yosu


Por Halftown
Se enfrentaban Racing de Santander y Osasuna en El Sardinero. No era el partido de Copa de la pasada semana, sino el penúltimo partido de la temporada 2005-2006. Los de Pamplona, en la mejor temporada de su historia reciente, necesitaban los tres puntos para seguir con opciones de clasificarse directamente para la Liga de Campeones. Los verdiblancos estaban con el agua al cuello, a sólo un punto del descenso.

Manolo Preciado, el entrenador que empezó la temporada, había dimitido en la jornada 34, después de haber conseguido sólo 2 de los últimos 18 puntos en juego. La directiva santanderina, con el sabor de la última experiencia en Segunda todavía fresco, decide entonces poner al cargo al único capaz de sacar a flote la nave: el veterano técnico Fernando Trío Zabala, alias Nando Yosu. No era la primera vez que le cae la patata caliente a Yosu; sin ir más lejos, la temporada anterior ya había dejado en Primera a última hora al equipo.

Los veteranos del estadio racinguista viven un flashback: el mismo protagonista ya había hecho de apagafuegos para lograr la permanencia en el 96, en el 98 y en 2005. Y a cada salvación, Yosu peregrinaba 70 kilómetros hasta el pueblo de Selaya para darle las gracias a la Virgen de Valvanuz.
Consumida una hora de partido, Osasuna gana 0-1 y el Racing se ve jugándose la vida a cara o cruz en la última jornada en El Madrigal. Yosu llama al veterano Pablo Alfaro para sustituir al lesionado Oriol.

Minuto 78, el árbitro pita un penalti sobre el hoy jugador de la Juve Felipe Melo. Lo lanza el propio brasileño, y lo desvía a saque de esquina el eterno Ricardo. A la salida del córner, por fin, Pablo Alfaro aparca los codos por una vez y consigue conectar un cabezazo para empatar el partido. El Sardinero vuelve a creer en el milagro. En la banda, Nando Yosu se mesa el pelo, nervioso, y aprieta los puños.

Un mito

Yosu es un tipo muy querido en Santander, donde se le considera un mito del racinguismo, a la altura de los Alsúa, Quique Setién o José Ceballos. Lo ficharon del Nueva Montaña, aún adolescente, en un pack que incluía a otro ilustre cántabro como Vicente Miera. Jugó más de 400 partidos en primera división, repartidos entre Racing, Valencia y Athletic. Un día, cual Luis Aragonés del norte, decidió dejar de jugar para sentarse en el banquillo, y allí se quedó. De eso hace más de treinta años.

El Sardinero es un hervidero. Un gol más daría la salvación matemática al equipo.
Minuto 88, el sevillano Antoñito mete el pie en el área pequeña, y el balón acaba dentro. El Racing se pone por fin por delante.

El árbitro pita el final poco después, y el estadio lo celebra como si se hubiera ganado un título. Los más de 15.000 espectadores saben que el responsable de la hazaña es el hombre que llora de alegría en la banda, y corean su nombre. Los jugadores, deshauciados unas semanas antes, le mantean como a un ídolo. Nando Yosu ha vuelto a salvar al Racing de Santander.

A finales de la temporada 2007-2008, el Racing comunicó a Yosu que se tenía que jubilar. Llevaba dos años visitando residencias de ancianos en nombre del Racing, lejos del olor a humedad de los vestuarios de El Sardinero donde se había pasado media vida. Hoy, poco más de tres años después del partido contra Osasuna, es el propio Nando Yosu el que tiene que vivir en una residencia: está enfermo de Alzheimer. Aunque sigue yendo al estadio todos los domingos, la enfermedad va poco a poco borrando su memoria. La afición racinguista, en cambio, nunca le olvidará.

Después del partido contra Osasuna, una vez en la sala de prensa, un periodista le preguntó cuál era el secreto de su éxito. “El día que me veas con dos alitas, bajo del cielo” le respondió, la cabeza bien alta, San Nando Yosu.

jueves, 14 de enero de 2010

Pepsi cierra el grifo al football


Por Halftown
Sensu estricto, esta no es una historia futbolera. Como mucho –pido perdón anticipado al lector por el juego de palabras- es footballera. O quizá no, porque la Superbowl tiene cada vez más de marketing y menos de deporte. En cualquier caso está bien sacar la cabeza por la ventanilla de vez en cuando.

La cosa es que este año, después de veintitrés de presencia, Pepsi ha decidido cerrar el grifo a los anuncios en los descansos de la Superbowl, en la que había invertido 142 millones de dólares a lo largo de la última década, y cuya audiencia en los EE. UU. superó los 95 millones de espectadores en 2009.

En lugar de spots de veinte segundos, el máximo rival de Coca-Cola ha decidido irse adonde está migrando su público objetivo de 18-34 años, y ha creado una plataforma online en la que financiará proyectos para la comunidad que propongan y elijan los internautas. La única pega es que, mientras los spots de la Superbowl eran vistos por millones de personas a través de internet, el Pepsi Refresh Project (así ha sido bautizado el invento) sólo será accesible para internautas americanos.

Este golpe de timón no es una sorpresa si tenemos en cuenta que en 2009 se vendió un 6% menos de latas que el año anterior, y otro tanto por ciento menos que el año de antes. A priori, parece una apuesta a cara o cruz de la marca, más si tenemos en cuenta que Coca-Cola se mantendrá firme en la Superbowl –a la que regresó hace unos años después de un parón temporal- apostando por una campaña tradicional a más no poder hecha a rebufo del vigésimo aniversario de los Simpsons.

Deserciones

La deserción de Pepsi, sumada a las de General Motors y FedEx el año pasado, parece haber hecho mella en el precio de los espacios publicitarios de la gran final de fútbol americano: después de muchos años de inflación –desde los 42.500 dólares por un spot corto en 1967 hasta los 3 millones de 2009- TNS Media Intelligence ha predicho para 2010 un ahorro de entre 200.000 a 500.000 dólares por comercial.

La oficina de prensa de la Superbowl ha salido rápida al corte para asegurar que casi todos los sesenta y dos espacios disponibles han sido reservados ya. Incluso la CBS, que retransmitirá este año el evento, ha precisado que todavía quedan cinco huecos disponibles, por si a algún marketiniano se le calienta la cabeza a última hora. Para evitar que a más de uno le dé la risa floja, la cadena no ha querido hacer público el valor del cheque que ha firmado para hacerse con los derechos de esta Superbowl XLIV, que se jugará el próximo 7 de febrero.

Tan chunga se está poniendo la cosa para el fútbol americano, que la National Football League ha decidido ofrecer patrocinios de saldo a razón de un millón de dólares por marca. De momento, diez compañías han picado el anzuelo, entre ellas las inmobiliarias (sí, inmobiliarias) Jones Lang LaSalle o Hillwood Development (dirigida por Ross Perot Jr ) u oscuras fundaciones de multimillonarios como Ted and Shannon Skokos y Boone and Madeleine Pickens. La triste realidad para la NFL es que la pasta recaudada no les alcanza ni siquiera para cubrir los 30 millones de dólares que cuesta la seguridad y el transporte de la Superbowl.

Con la salida de Pepsi no sólo desaparece uno de los patrocinadores clásicos del deporte mundial, sino que se empieza a adivinar el camino que van a seguir las marcas en los próximos años. Se empieza a acabar el sentarse inerte frente a una pantalla durante hora y media. Ya pueden poner FIFA y UEFA sus barbas a remojar.

jueves, 7 de enero de 2010

Baile de entrenadores malditos

Por Halftown
Hace un par de meses, cuando el Racing agradeció los servicios prestados a Mandiá (a los que el nombre no diga nada, se trata del mismo jugador de Logroñés y Toledo cuyo nombre llevaba tilde en la i), el presidente Pernía se pasó tres semanas de la Ceca a la Meca, en pleno cásting itinerante de sustitutos. La lista de candidatos, que parecía un greatest hits de la 98-99, provocaba sudores fríos a los aficionados racinguistas: Luis Fernández, Juanma Lillo, Víctor Fernández, Paco Herrera, Clemente, Mané y De Biasi eran las opciones disponibles.

Al final, Pernía tiró de agenda y recuperó a Miguel Angel Portugal, que en la 2007-2008 había salvado holgadamente al equipo, aunque con la inestimable ayuda del gigante serbio Zigic.

Justo antes del parón navideño, un Almería sin Negredo y sin embargo todavía fuera de los puestos de descenso, se aburrió de Hugo Sánchez y se encontró con el mismo abanico de opciones mediocres. Como sería la cosa que, finalmente, el elegido fue Juanma Lillo, alumno dialéctico de Valdano, hijo putativo de Cruyff y responsable del ascenso frustrado de la Real el año pasado. Los comentarios de los aficionados realistas tras el anuncio de su fichaje en la web del Marca, por cierto, eran impagables. De momento, el bueno de Lillo ha saldado su primer partido, jugando 4-3-3 en casa contra el deshauciado Xerez, con un triste 1-0 en el minuto 89.

Sacar las castañas del fuego

El otro día salía publicado que dieciocho de los veinte entrenadores de Primera son españoles, y los dos restantes, Pellegrini y Pocchetino, son hispanohablantes. ¿Dónde han quedado todos aquellos extranjeros que estaban siempre disponibles para sacar las castañas del fuego en los años noventa? Los Cantatore, Espárrago, Antic o Heynckes se han ido con la música a otra parte, y no han aparecido nuevos técnicos para sustituirlos.

La cuestión ahora es cuál será el próximo míster en caer. Los favoritos incluyen a Oltra, cuyo Tenerife comparte con el Xerez el presupuesto más bajo de toda la categoría; Pocchetino, que necesita un goleador para sobrevivir; el eterno Mendilíbar o Muñiz, el mediocre entrenador del Málaga.

La buena noticia para sus respectivos presidentes es que, con la permanencia en Primera más barata que nunca, ninguna de las ejecuciones parece inminente. Y es que no sorprende que la paciencia sea casi infinita, cuando en el horizonte se adivinan ruedas de prensa incendiarias de Luis Fernández o los siete defensas simultáneamente sobre el campo que gasta Javi Clemente.

No queremos ni imaginarnos el panorama en el caso de que un grande -por decir uno, Manolo Jiménez en el Sevilla- decidiera echar a su entrenador a los leones. ¿Hay alguna alternativa real para entrenar al nivel de un club del top 5 de la Liga?
La música sigue sonando. ¿Quién será el próximo en quedarse sin silla?